En diversas ocasiones he visto y oído a tantas personas comentar sobre una traición de parte de alguien a quien una vez llamaron «amigo». En dicho acto, muchos han expresado dolor, rabia, decepción e incluso llegan afirmar que en estos tiempos los amigos no existen.
Sin embargo, lo cierto es que el concepto «amistad» no se le aplica a todas las relaciones. El simple hecho de que alguien te favorezca con algún acto benéfico, esto no lo convierte automáticamente en tu amigo. Un conductor que te ceda el paso en una vía, una señora que te brinde un vaso de agua o alguien que, simplemente, te ayudó a levantarte de alguna caída, no lo hizo precisamente porque te consideraba su amigo/a. Se trató únicamente de un acto de solidaridad cívica, fraternal, Cortez, moral o como quieras llamarle. Una amistad no se obtiene, simplemente, por el bien que le haces a otra persona.
No basta contarle a alguien tu historia de vida, tus intimidades, tus sueños, tus fracasos, tus logros, ect., para llamarlo «amigo/a». Tampoco se trata de una mercancía que puedes adquirir de manera antojadiza y medalaganariamente. Quizás ésta sea una de las causas de lo dicho al principio de este artículo.
La amistad nace, crece y se cultiva constantemente. Nace cuando somos capaces de ver lo maravilloso que posee el otro como persona, crece cuando aprendemos aceptar todas las cualidades que conforman la personalidad del otro y quererlo como tal, y se cultiva cuando, dentro de todas las cualidades, se resaltan las comunes entre los individuos y las más valiosas.
Por lo tanto, no vayas por el mundo queriendo forzar simpatías y afectos en los demás. No pretendas ser aceptados por todos; aparte de que es imposible, tampoco es necesario. Simplemente, intenta ser capaz de penetrar en el interior del otro y descubrir en él lo esencial.
Nada que se produzca forzosamente puede otorgar buenos resultados.
¡Feliz inicio de semana!
Edison GT.